jueves, 25 de agosto de 2011

Es 25 de agosto de 2011. Gandia, la ciudad en la que vivo, celebró anoche una corrida de toros, tras 23 años sin rastro de cuernos (de toro, se entiende). 4000 personas en la plaza (abarrotá!), y 400 personas fuera denunciando lo que, a su juicio, es una salvajada institucionalizada que cabe desterrar de nuestra, ohh, identidad patria. Al final, como era de esperar, no sólo hubo sangre en el ruedo. La policía cargó contra los anti-taurinos. Más sangre.

Hoy hemos salido en la tele (los gandienses), y la intervención que más me ha llamado la atención ha sido la de una señora, pro-taurina, que a las puertas de la plaza, ante la pregunta del reportero acerca de la polémica, ha contestado alegremente: “Es muy fácil: vive y deja vivir”. La mujer intentaba decir que los anti-taurinos son unos intolerantes, que no dejan vivir. Probablemente no utilizó la expresión más adecuada, teniendo en cuenta que ella asistía a un espectáculo que consiste, precisamente, en no dejar vivir a un animal. Pero bueno, suponemos que la señora lee el Pronto o el Hola!, y no a Lázaro-Carreter, así que le perdonamos el error en las formas. No se preocupe señora, la hemos entendido. Y de eso quería yo hablar...

Quería hablar de esa costumbre que ha adoptado el conservadurismo (por no decir la derecha) de asumir postulados anarquistas, y basar no sólo su ideología, sino su filosofía de vida, en un supuesto amor por la libertad que se ve coartada por la intolerancia de la izquierda. Cuando esa señora dijo “Vive y deja vivir” me recordó al mejor Aznar (en su vertiente cuasi cómica), cuando dijo aquello de “¿Quien es usted para decirme cuánto puedo yo beber?” a propósito de los controles de alcoholemia. O a algún amigo que, ante cualquier protesta, suele argumentar que vivimos muy bien, y que los manifestantes de izquierdas sólo pretenden joder y molestar.

Para empezar, diré que no soy anti-taurino. No es que sea pro. Pero respecto de este tema todavía tengo unas cuántas contradicciones pendientes de ser sorteadas. No me gustan los encierros rurales, los bous a la mar, los toros embolaos. Los considero, como acto en sí, mucho más crueles que una corrida. Otra cosa es que la corrida se convierta en un espectáculo de masas de tal magnitud. Ahí es donde me vienen los conflictos.

Quiero decir que, en efecto, me preocupa sorprenderme a mí mismo vitoreando un pase de José Tomás. Pero no me preocupa más que sorprenderme celebrando un gol del Real Madrid (que lo hago, créeme), o entonando con pasión adolescente una canción de Amaral (que, confieso, también lo he hecho en más de una ocasión).

En fin, que mis contradicciones vienen más del conflicto que me supone conjugar mi espíritu revolucionario y rojeras con mi adhesión a espectáculos de masas que actúan como dormideras para la prole. Mi condescendencia con el animal es más bien poca. Y se me hace muy cuesta arriba salir de este atolladero. Entre otras cosas, porque ello me abocaría a un coherente veganismo. Y no tengo ganas ni fuerzas. Lo siento.

Suponiendo que me habéis perdonado y me seguís leyendo, volvamos a la señora.

Decía que pretendía hablar de la adopción de postulados anarquistas por parte de la derecha. Creo que lo que quería argumentar al respecto ya ha sido dicho más arriba. Pero bueno, concluyamos: señores liberales, neo-liberales, populares, populistas, conservadores, o cualesquiera de las diferentes etiquetas que se han inventado para escaquearse de la horrible esencia en la que devinieron sus almas: el fascismo: Dejen de intentar erigirse en defensores de la libertad y en portadores de las banderas de la tolerancia.

Ustedes, que los domingos van a ese sitio donde se abraza la intolerancia, se pide perdón por todo, y se convierte la vida en una esclavitud: no nos den más lecciones sobre la libertad, por favor.

Ustedes, que votan al partido que implanta más prohibiciones, que apoya más represiones: no nos vengan de anarcoides, por favor.

Si quieren caricaturizarse, hagan como Aznar, échense un par de copitas de vino, y al menos sabremos que no están en su sano juicio.

Ustedes son lo que son. Y eso no es culpa nuestra.